El consumo eléctrico global se dispara y España se posiciona como referente en energías renovables, pero el futuro depende de redes inteligentes capaces de acompañar este crecimiento.
La humanidad ha entrado de lleno en una nueva era energética: la de la electrificación masiva. Según el último Global Energy Review de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), 2024 marcó un récord histórico en consumo eléctrico mundial, con un crecimiento que duplicó el de años anteriores. La expansión de centros de datos, el auge del transporte eléctrico y la creciente necesidad de refrigeración frente al cambio climático están redefiniendo la demanda energética a nivel global.
China lidera este impulso, pero el fenómeno es universal: edificios, industrias y ciudadanos hiperconectados requieren más electricidad que nunca. La buena noticia es que el 80 % de esta nueva demanda se cubrió con energía limpia y nuclear, alcanzando un 40 % del total de generación mundial, una cifra sin precedentes. En Europa, además, se produjo un hito simbólico: la solar y la eólica superaron por primera vez al carbón y al gas.
España, protagonista en la transformación energética
España no se ha quedado atrás. Gracias a su apuesta sostenida por las renovables, cerró 2024 con un 56,8 % de la electricidad generada a partir de fuentes limpias, según datos de Red Eléctrica de España (REE). Esto supuso un incremento del 10 % respecto a 2023, con casi 149.000 GWh generados de forma renovable: el mejor resultado histórico.
Los factores que explican este avance son múltiples:
-
Mayor producción hidráulica (+35,5 %) gracias a un año más lluvioso.
-
Nuevo récord de la energía solar, que creció casi un 19 %.
-
Aumento de instalaciones fotovoltaicas en hogares, empresas y edificios públicos.
Este avance no solo mejora la sostenibilidad, también impulsa la competitividad. Según el Foro Económico Mundial, cada vez más empresas eligen ubicarse en países como España por su energía más barata y limpia.
Electrificación de sectores clave: transporte y climatización
La electrificación está ganando terreno en áreas clave como:
-
Transporte: el parque de vehículos eléctricos continúa expandiéndose.
-
Calefacción: crecimiento de los sistemas eléctricos frente a combustibles fósiles.
Esto permite reducir emisiones, mejorar la seguridad energética y disminuir la dependencia de importaciones, en un contexto geopolítico cada vez más volátil.
Pero sin redes eléctricas modernas, no hay transición real
Pese a los avances, la gran barrera sigue siendo la red eléctrica. Diseñada para un modelo centralizado y unidireccional, la infraestructura actual debe transformarse para gestionar un sistema descentralizado, digital y expuesto a fenómenos climáticos extremos.
Reforzar las redes es como modernizar una red de autopistas: hacen falta nuevas líneas, sensores, almacenamiento y digitalización.
Los desafíos:
-
Reforzar líneas de alta tensión que conectan zonas rurales con áreas de alta demanda.
-
Digitalizar la red con sensores, inteligencia artificial y automatización para detectar y resolver fallos en tiempo real.
-
Almacenar energía con baterías o centrales reversibles para equilibrar producción y consumo.
-
Mejorar las interconexiones con Europa para una mayor integración y flexibilidad.
Ejemplo en marcha: Valencia y el proyecto i.lumina
Un modelo de cómo enfrentar estos retos es el proyecto i.lumina de Iberdrola, lanzado en Valencia tras los daños de la DANA. Esta iniciativa:
-
Moderniza la red de distribución eléctrica.
-
Incluye transformadores inteligentes, sistemas automatizados y soterramiento de líneas.
-
Mejorará el suministro a 650.000 clientes antes de 2026, con el 90 % previsto para 2025.
Hacia una red europea inteligente y resiliente
España aún tiene una baja capacidad de interconexión eléctrica con el continente. Mejorar esta conexión es clave para:
-
Exportar excedentes renovables.
-
Importar energía en picos de demanda.
-
Contribuir a una red europea limpia, estable y solidaria.
Conclusión: electrificación con visión de futuro
La electrificación no es solo una cuestión de generación, sino de visión de sistema. Si España continúa fortaleciendo sus redes, integrando almacenamiento e interconexiones, y modernizando su regulación, puede consolidarse como referente global de transición energética.
Una red eléctrica moderna no es un lujo. Es el esqueleto de una economía baja en carbono, resiliente e interconectada.